No puedo seguir negando mi naturaleza tendiente al enojo, a la bronca, al odio
Desde que se fue la medicación volvió con fuerza este lado,
que desprevenida me agarra, se escapa y me comienza a llevar. Es fuerte de repente estar en el centro del torbellino, con todo el abanico de emociones a merced, sin anestesia, sin atenuantes.
Llevo años entendiendo, siempre entendiendo (a terceros ¿PARA CUÁNDO A MI?)
Reprimiendo el odio (es elegir proteger al otre, es elegir
lastimarte vos, tragarte ese veneno y meterlo debajo de la alfombra en lugar de
dejarlo salir, reconocerlo propio, escucharlo, comprenderlo, abrazarlo y
transformarlo)
Callándome comentarios venenosos que no aportarían sino que
tienen el único objetivo de lastimar. Aprendí en base al error y todo el dolor
que me trajo decir algo doloroso en caliente sin pensar, aconsejada por mi
propio odio.
El odio me aconseja mal (me atrevería a denunciar que siempre)
Se monta en mi oreja y toma el control
Aún no sé cómo escabullirme de sus garras, debo reconocer
que me seduce bastante cada vez.
El odio me aísla, me quiere matar. Me quiere a solas porque
sabe que así lo escucho más.
Esta es mi chance de enfrentar de cara estas emociones. Chance de SENTIRLAS, que aunque se sienta horrible la ira, ES MÍA. Si lo pienso trabajé mucho durante todo el 2020 para lograr esto, lograr recuperar mis dolores que son la evidencia de lo sobrevivido, de lo transitado. Reconocer mis dolores, me ayuda a estar más cerca de saber quién soy.
Ayer en un ataque de ira, decidí pintarla, exorcizarla:
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