Pretendo vender(me) de perfecta, de todo claro y noto que eso pesa un montón en el hombro. Jugar de soberbia pasa factura cada vez que me equivoco/lastimo con fuertes dosis de auto castigo. ¿Qué carajo es toda esta exigencia? ¿Por qué me trato así? De donde sale toda esta exigencia. El que va por la vida caminando de exigente y severo, del otro lado teorizo que se trata así a sí mismo y uf… cuánto dolor. Qué severos somos, que nos negamos la chance de brindarnos empatía… donde hay furia, detrás está el pensamiento limitante que nos dice que la actitud del otro (en este caso la nuestra) es reprobable/reprochable y merecedora de castigo.
Si hay enojo, no hay chance de darnos
empatía. Es decir que antes de proceder a la empatía, primero debo encargarme
de atender el enojo.
¿Cómo atiendo al enojo de no haber
dicho que no?
Al enojo que me grita “¿COMO VAS A SER
TAN PELOTUDA?
Al enojo, lo que le pasa, es que le duele. Le
duele sentir la (auto)falta de respeto. Reclama que lo destroza. Que cada “cagadita”
permisiva que me mando, acá adentro, en el alma y en el cuerpo, HACE DESTROZO.
Eso me está queriendo comunicar el enojo. Que me tome en serio el decir no
cuando siento hay que decirlo, porque ES IMPORTANTE e intenta demostrármelo así,
con castigo severo.
Me dice: “No te hagas la entendí la lección, cuando realmente no estas queriendo
contactar del todo con ese dolor. Lo encontraste, pero aún no lo transitaste
todo.”
¿Tanto cuesta aceptar que estoy del
orto
Digo porque no paro de juzgarme y
apurarme por “volver a vibrar alto” como si vibrar desde el dolor estuviese
mal. Me duele. Eso es lo que cubre la pantalla del enojo: dolor. No sé ni deseo abrazarme al enojo, pero algo
sé muy bien es abrazar al dolor.
Como diría Micaela “no podemos estar
siempre en la terraza, a veces hay que bajar a revisar el sótano”.
Me estoy juzgando por aún ser
contenedora de tanto dolor no atendido, no sanado; queriendo saltarme ya a
cerrar proceso, ser mariposa, abrir alas y volar. Falta, Valen, si no, ¿a qué
viniste a este mundo si no es a transitar y aprender? ¿Para qué venir a esta
tierra con todo aprendido?
¿De qué te serviría saltar ya a tener
todo resuelto?
Ese sería el final.
“Es el viaje, no el destino”.
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